Descripción
Brocal y voraz es un libro mujer. Un pozo no solo habitado por la misma autora sino por todo lo que es capaz de albergar la hondura de una existencia consciente: la incertidumbre, la angustia, el dolor, la belleza o la esperanza. Con una poética exquisita y sólida, anima que su sombra transite por los recovecos del aljibe-mujer con que ella se reconoce. Y es voraz. Lo es por habituarse a lo quebrado, por aceptar el simple hecho de serlo y todo lo que conlleva. Permite fluir y expandirse sin guardarse nada. Anhela desde lo más profundo de su condición la libertad como mujer-pájaro, hasta tensar la fractura y demoler esos muros erigidos que tratan, en vano, de contenerla.
Sobre la autora
Mª Carmen Ruiz Guerrero
(Murcia, 1976)
En 1999 terminó Filología Hispánica en la universidad de su ciudad y desde entonces es profesora de Lengua castellana y Literatura. En estos años ha trabajado en diferentes institutos de Andalucía y de la Comunidad Valenciana y actualmente da clases en un instituto de Alcantarilla (Murcia). En octubre de 2019 publicó su primer poemario, Solo esto (Poesía en des-orden), editado en forma de caja y en el que la poesía se convierte en un juego ligado a la memoria y al transcurrir desordenado de nuestra vida.
En mayo de 2020 abrió la cuenta de Instagram @laesquinaplegada, donde ha ido componiendo un poemario online en el que la fotografía es un elemento más de la necesidad de expresión poética.
Poemas
Colgamos cabeza abajo, en hilera,
como seres filiformes. ¿Quiénes somos?
A veces se escucha un grito sordo
o un lamento prolongado cuyo eco se pierde
sin respuesta. ¿Por qué es este el lugar?
Alargamos los brazos, los dedos,
la súplica. Los cuerpos se mecen
al igual que las algas agitadas
por la corriente, ancladas al fondo.
Llegará el remolino que nos arranque,
ha de llegar. Cesará el gemido.
***
Tuve el amor, lleno
el cuerpo, con las costuras henchidas.
Tuve el privilegio del amor
desbordante, desbordado en avenidas
furiosas contra las fronteras,
haciéndolas ceder.
El don del amor feraz.
Desde el silencio de la madera
recuerdo su densidad;
la canción de las termitas tiene
sentido porque fue cierto.
***
En el cabello suelto de las ancianas
se despliegan aquellas sábanas blancas
tendidas al amor de la brisa, la mirada
soñadora de las muchachas que fueron.
Mis bisabuelas, las tres a las que conocí,
con sus moños que las ataban a lo cotidiano,
a los quehaceres y los hijos, a la casa,
cada noche se quitaban las horquillas
y la melena larga del color de la inocencia
hacía brillar sus ojos
y abrirse los míos de nieta testigo
ante la luz que desprendía el instante.
He dejado que me crezca el pelo,
como de niña; ya las canas van ocupando
el lugar que les corresponde. Enrosco
el moño de mis bisabuelas sobre la cabeza
y observo la imagen. ¿Pareceré yo tan libre
al dejarlo caer?
***
Cada nido de pájaro
es un pequeño milagro,
como el hueco fértil de una mano
se despliega sobre el árbol
y lo hace cantar.
Tres nidos me nacieron en el vientre
con ramitas de vuelo. Fueron tres.
Dos pájaros juegan
entre las copas de los almendros,
cómplices del aire de flores rosadas.
Otro buscó la raíz, se burló del tiempo
y encontró en la tierra
su lugar de ave sin alas.
Dos pájaros vuelan con nombre
de piedra y de cielo.
Otro ni siquiera dejó que el plumaje
cubriera su cuerpo.
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