Descripción
Ni la tormenta ni los pájaros es la enunciación de una doble imposibilidad. Primero, la de dar cuerpo con palabras a un cuaderno de bosquejos que Jean-Auguste-Dominique Ingres hubiera extraviado al término de su primera estancia en Roma, hacia 1816. No se ensaya una écfrasis ni un caligrama, sino la escritura de un dibujo inexistente mediante la que penetrar —segunda imposibilidad— en la otredad inexpugnable de quien anhelaba encarnar en su trabajo una belleza pura y anterior a nosotros, sin vestigios de miseria ni dolor, en la que tan difícil nos es hoy encontrar ese “consuelo para dar al alma” que buscaba el pintor de Montauban.
A modo de indagación, por tanto, de lo que es otro en uno mismo, del vértigo de lo intransitable, hay en estos poemas un esfuerzo por mantener al lenguaje en la tensión de lo que no le es dado y una confianza en que algo, quizá algo del orden de lo poético, haya de surgir de esa tensión.
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